Al llegar, conocimos a los monitores que nos iban a acompañar y cada clase se fue con uno. Después de una breve explicación geológica, comenzamos la caminata que duraría casi cuatro horas. Los descansos los dedicábamos a realizar juegos de orientación y desarrollo sensitivo.
¿Y como no hablar del barro? casi todo el recorrido estaba lleno de barro y claro, esto fue un plus de divertimento para algunos (que parecían buscarlo) y acabaron, literalmente, hasta las orejas (yo también, por cierto).
De vuelta, en el bus, solo veía caras de cansancio y una gran felicidad. Los niños y niñas aprendieron cosas nuevas, pasaron un día en la naturaleza, sin coches ni ruidos, hicieron ejercicio, caminaron por terrenos a los cuales no están acostumbrados, ..., pero sobre todo, lo pasaron muy bien y creo que tardarán mucho tiempo en olvidarlo.